CAMPO COLOMBIANO, EL PRIMER ESLABÓN DE LA POBREZA


El soporte de toda nación sin lugar a dudas es su despensa de alimentos ya que esto brinda no solo la tan anhelada seguridad alimentaria, sino además se constituye como el motor de desarrollo económico, social, ambiental y desde luego  esa tan hoy buscada PAZ.

¿Y a quien se le ocurre pensar de otra forma? Si una nación verdaderamente soberana le apuesta al desarrollo económico es imposible desconocer o subestimar el sector rural como motor de cualquier “locomotora”. Pues tal parece que esta condición no es tan común como cualquier mortal se imaginaria, en los últimos 6 años el campo colombiano no solo dejo de ser uno de los principales renglones de la economía sino que además fue archivado de la misma forma como el mal estudiante archiva sus cuadernos pasados.

En la actualidad se le apuesta más que un verdadero desarrollo, a una necesidad imperante por exportar la imagen de un país con  indicadores productivos y de sostenibilidad que le permitan por ejemplo hacer parte de la OCDE. Mas sin embargo, la realidad es otra, no puede un país en vías de desarrollo parecer un país “desarrollado” cuando la distribución de sus riquezas está totalmente marcada por la desigualdad, en un escenario en el que los ricos cada día son más ricos y los pobres cada día más pobres (en algunos casos esta tendencia se distorsiona dependiendo su partido político).

Desafortunadamente un alto porcentaje de esta pobreza se está perpetuando en el sector rural, en donde alejados de la mano del gobierno y de los medios de comunicación, donde de manera anónima se agoniza en medio de un mar de necesidades básicas insatisfechas, inseguridad  y desolación a causa de los fenómenos climáticos, los cuales no dejan de ser para el común denominador solo un bum de titulares inertes y ante los cuales no se toman medidas de fondo.

En otrora el campo colombiano era el primer eslabón de una cadena de valor que impulsaba el desarrollo de las regiones a pesar de variables que en su contra actuaban, es el caso de la influencia de los grupos armados al margen de la ley y de los fenómenos naturales. Hoy en día, sigue siendo el eslabón primario, pero de una cadena que solo genera pérdidas, desigualdad, perdida de los recursos naturales, hambre y muerte (como es el caso de indígenas en la Guajira y el Urabá en donde los niños que mueren de hambre  se cuentan como estadísticas que a los citadinos solo asombra).

Se trata de un caldo de cultivo en que entre otros ingredientes se encuentra la creciente inflación, el alto costo de los insumos,  el incremento de las tasas de interés en créditos asesinos de campesinos, marcada informalidad, suma exponencial  de impuestos a la producción transformación y comercialización, inexistente protección de la producción primaria ante el ingreso de productos del exterior, aumento de la inseguridad, falta de mecanismos de reacción y control de amenazas tales como el cambio climático, frontal desestimación de la gremialidad a través de políticas amañadas.

Todas estas variables y muchas más hacen que un campesino colombiano  hoy en día, se  pueda catalogar como un ser humano en vías de extinción, y si esto llegase a suceder, la pregunta sería ¿y sin campo, las ciudades de que se alimentaran?,  cual será ese tan anunciado soporte a la tan renombrada PAZ, acaso esta misma condición de desigualdad rural no fue el origen de los actuales actores generadores de violencia, con los cuales hoy se busca la terminación del conflicto, pero ¿acaso esto no resultaría en un nuevo factor detonante de otro?.

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