¿CUÁNDO EL DIAGNOSTICO RESULTA SER PEOR QUE LA ENFERMEDAD?
De manera recurrente hoy en redes
sociales se ve la constante queja de usuarios de servicios veterinarios en nuestro
territorio nacional, y resulta que mas allá de la cantidad de seguidores o incluso
de las onerosas utilidades brutas que deja el ejercicio de la Medicina Veterinaria,
se esconde una realidad que comienza a darse a conocer últimamente.
Hace unas semanas, tuve que revivir
una dolorosa experiencia por la que pasé hace ya varios años y que creí aislada,
pero que hoy en día al abrir los ojos me doy cuenta que se ha hecho muy común,
y es que resulta que un buen amigo me pidió como profesional de la veterinaria un concepto sobre su mascota,
la cual después de varios días había pasado por diferentes manos sin tener
hasta ese momento un diagnóstico preciso del estado de su querida mascota, más allá
de la preocupación por la cercanía de este pequeño amigo para toda la familia,
resalta la creciente cuenta que va desde los costos de hospitalización, hasta un
sinfín de exámenes que no llevan a ninguna parte. Como dije antes, esto lo viví
en carne propia cuando mi querida Simona no soportó un día más de los ocho que vivió
enjaulada y a manos de diferentes profesionales sin que al final se supiera de
que murió, paradojamente lo único claro que se tenia era la cuenta por los “servicios”
prestados.
Aunque este tema pueda levantar
algunas escaramuzas, hoy tengo que poner sobre la mesa la inconveniente manera en
que se abordan los casos por diferentes “clínicos”. Y para poder abordar este
tema se me ocurren algunas hipótesis de lo que puede estar pasando.
Deficiente formación
Hoy en día existen muchas
escuelas de veterinaria en el mundo, en nuestro país Colombia el numero esta en
el orden de las 41 (16 de ellas como MV y 25 como MVZ), es una estratégica fortaleza
que tiene nuestra profesión. Sin embargo, es de analizar la calidad con que semestre
tras semestre se forman los nuevos veterinarios, que tan erráticos procedimientos
metodológicos derivan en cualquier cosa menos en el diagnóstico tanto de grandes
especies como de animales de compañía. Esto obviamente da como resultado a
profesionales muy precariamente preparados para asumir la responsabilidad de
mantener una vida. Considero que es un factor altamente influyente el que
muchos de los docentes dedicados a fundamentar las bases diagnosticas, no tienen
el suficiente bagaje académico y de experiencia, no se puede ser clínico sin
tener un modelo académico y de experiencia guiando el proceso, el fonendoscopio
en el cuello no hace clínicos, aunque tampoco lo hace el hecho que se tengan infinidad
de equipos, es tan sencillo como que los orientadores de esta importante disciplina
deben tener la estructura académica, la experiencia y experticia para poder
educar a las nuevas generaciones. No es posible que se enmarquen de manera exclusiva
a las patologías mas frecuentes, pasando por encima de la importancia del diagnóstico
clínico, que deriva en las patologías, en otras palabras, no se trata de
paquetes preestablecidos de síntomas que se hacen patognomónicos a la fuerza
para cumplir con los cuadros sintomatológicos de las patologías más frecuentes.
Por otra parte, el cuento pachuco
del ministerio de educación con la cerrada reprobabilidad en las diferentes
carreras, pone en jaque la calidad de la educación, al poner límites a los diferentes
programas y estos a sus docentes en cuanto al número máximo de estudiantes que
pueden perder un semestre. así pues, esto termina siendo un pasadizo directo a
la mediocridad profesional promovida por el estado en donde los demás actores
se hacen cómplices. Se vive nuevamente lo que pasó en su momento con esta misma
medida en planteles de primaria y secundaria, sirviendo esto como fortaleza para
acuñar la frase “vienen sin bases del colegio” que muchos docentes universitarios
semestre tras semestre tienen que sortear entre la danza de la “espada y la pared”
reprobarlos por no tener las condiciones mínimas o aprobarlos para no aumentar
el porcentaje permitido.
En este desalentador panorama la formación
profesional orientada al diagnóstico queda en segunda página, el cual se hace
un titular cuando es un paciente el que se hace victima por no poder darle una
adecuada y puntual atención.
¿Estratégica conveniencia?
Recuerdo tanto a esos proceres de
la veterinaria que tuve como docentes en mi época de formación, en donde con
tan poco podían llegar a un diagnóstico preciso y a partir de él, orientar la terapéutica
y seguimiento de los pacientes. Hoy en día esas remembranzas no son más que
historia patria, paradójicamente el desarrollo de herramientas tecnológicas que
ayudan al diagnostico se ha dado de manera exponencial, lo que supondría tener más
bases para prestar un servicio mucho mas integral. Sin embargo, la historia es totalmente
paralela al deber ser, lo digo porque como lo dije anteriormente lo viví.
Esto da espacio para despertar la
suspicacia tanto de clientes como de la comunidad en general, además basado en
el inaudito modelo del “paseo de la muerte” por el que el sector salud (humana)
viene sufriendo desde ya hace varios años (y del cual será abordado críticamente
por este servidor en otra oportunidad). Volviendo al tema, pareciese que hubiésemos
clonado esta mala práctica en la atención de pacientes, en donde los pasamos
por diferentes exámenes, análisis, especialistas y de más “parapeto” necesario
o innecesario, sin que nos importe el bienestar del paciente, más si el engorde
de la factura. No dejando mas que pensar que existe algo de conveniencia en
enmascarar lo que en realidad necesita el paciente, sobre lo que, como buenos
actores tras la bata, el overol, el fonendoscopio y demás elementos de la utilería,
pretendemos hacer creer a los dueños de los pacientes para aprovechar su desespero
para “gastar” mas de lo que realmente es necesario.
Podríamos hacer una lamentable
paradoja, con el dueño de carro que lo lleva a lavar y termina cambiando el
motor, al caer en manos de un inescrupuloso mecánico. Situación parecida viven
hoy los dueños de los animales que acuden a los servicios veterinarios.
Se de la necesidad de generar
recursos para el sostenimiento de sus negocios, pero, a este precio, ha
resultado una desafortunada bola de nieve que lentamente va haciendo que la profesión
pierda valor, credibilidad y buen nombre; y que además nuestros pacientes
sufran hasta morir, por el hecho de no hacer un buen diagnóstico y/o de
querernos lucrar a como dé lugar.
Para tratar de regular esta situación
se requiere que todos los que hacemos parte de esta bonita profesión, recordemos
ese primer amor que nos motivó para estudiar y hacernos profesionales, así como
de la institución encargada de regularnos, la cual como ya he dicho antes, no
es mas que una sala geriátrica de tertulias éticas sin dientes sobre el
ejercicio profesional en el país.
Una ventaja competitiva y
estructural que tenemos en nuestras manos es eso que nos movió y que nos mueve
a ser veterinarios, en donde se deben fortalecer aspectos no solo clínicos sino
éticos en la atención de cualquier tipo de paciente.
Efectivamente, muchos "profesionales" con el fonendoscopio al cuello sin siquiera saber como se prende.
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